miércoles, 21 de enero de 2009




Revista Noticias
CIENCIA
Los ecologistas bajo sospecha
La investigación argentina que castiga a los ambientalistas. La política y los negocios.


Es como si hubiera caído una bomba. Como cuando a un chico de cuatro años se le dice que los Reyes Magos no existen. Las organizaciones ecologistas, las defensoras de lo más inocente e indefenso de este planeta, acusadas de actuar en nombre de intereses ajenos a la vida y muy cercanos a los negocios, la política y, en algunos casos, el racismo. Así lo deja entrever el periodista Jorge Orduna en su libro “Ecofascismo”, de Editorial Planeta, que analiza los vínculos entre los ambientalistas conservacionistas con el poder de los países centrales y su injerencia sobre las soberanías de los más pobres. Argentina entre ellos.
Empieza desgajando la confianza cuando apunta sobre la vinculación de esos grupos con la teoría de la eugenesia: “la ciencia de mejorar el fondo genético para dar a las razas más apropiadas una mayor posibilidad de prevalecer sobre las menos apropiadas”, Francis Galton (su creador) dixit. Para los eugenicistas, el gran problema de este planeta es que la población tiende a crecer más velozmente que los medios para cobijarla y alimentarla. ¿La solución? Hay que reproducirse menos… en el subdesarrollo.
Si Orduna tuviera que hacer una descripción de lo que se considera ecofascismo, el mismo se caracterizaría por una fuerte idea de proteccionismo sobre los recursos, de conservación de la biodiversidad, de desarrollo de áreas protegidas, de lucha contra ciertos tipos de energía. “La generación de electricidad es contaminante, pero uno de los elementos que menos ensucia es la energía nuclear; contra la cual estas organizaciones luchan a brazo partido. Si empezamos a condenar toda forma de producción industrial que contamine nos quedamos sin energía. Sin energía no hay industrias. Sin industrias, permaneceremos semisalvajes”.
Malas compañías
Una de las organizaciones más citadas es la World Wildlife Fund, WWF o Foro Mundial para la Naturaleza (en la Argentina, Fundación Vida Silvestre, ver: “El valor de las obras”). La WWF tiene ingresos anuales de unos 398 millones de dólares, provenientes en un 60% de donaciones privadas, con un 21,6% de aportes gubernamentales y de agencias de cooperación como Naciones Unidas (ONU), Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), Comisión Europea, Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y Banco Mundial. Entre los privados figuran Monsanto, Dow Chemical, Exxon Mobil, Shell International y Duke Energy. En principio, de ecologistas, nada…
Greenpeace, por su parte, que oficialmente no recibe donaciones que no sean personales, cuenta entre sus mecenas a Ted Turner, el multimillonario fundador de la CNN y ex Time Warner y actual poseedor de 70.000 hectáreas en la Patagonia argentina. Suena extraño, tal vez, a primera vista, casi contrapuesto. Pero para Orduna, “una de las características de estas organizaciones es el deslinde entre lo general y lo particular: no toman en cuenta el país donde trabajan, ni el contexto general de las situaciones”. El ejemplo más claro de esto es la prohibición del uso de pesticidas en zonas del África, donde la mosca tzé-tzé causa tripanosomiasis fuente de la “enfermedad del sueño”, y de una muerte espantosa. Los habitantes del Continente ya habían notado que la vegetación virgen y la fauna salvaje favorecían la aparición del insecto. Pero los conservacionistas europeos, preocupados por la potencial desaparición del antílope (bicho muy cazable, por cierto) hicieron campaña para prohibir el uso de pesticidas. La población empezó a enfermar y a morir… como moscas. En el mismo sentido, el DDT también entró en la mira, y ahí se fue la única protección que había contra la malaria, mal que mata a muchas más personas que el Sida y el cáncer juntos. En los países más pobres.
Marketing y animales.
Algo llamativo es la presencia mediática de muchas de las organizaciones ambientalistas más potentes. Spots publicitarios en la televisión, interminables afiches callejeros, polémicas, actos multitudinarios en calles abarrotadas de curiosos, “asaltos” públicos en desfiles de modas contra el uso de pieles naturales. Quienes hablan de la existencia del eco fascismo ven algo más allá de todo esto: el márketing, la rivalidad por conseguir donaciones y el favor del público masivo.
“Es por esto que se ajustan a las leyes del mercado publicitario, que les exige consignas simples, pegadizas. Y esto no es posible, porque muchos de los problemas ambientales involucran cuestiones de soberanía, de economía, movimientos de poblaciones enteras que a su vez exigen respuestas complicadas, difíciles de explicar al público con un slogan pegadizo”.
Noticias: Es más sencillo y productivo hablarle a la gente de salvar a las focas antes que al demonio de Tasmania…
Orduna: Exacto, las organizaciones empiezan a seleccionar las campañas en función del potencial telegénico, de despertar las pasiones que sean más rentables, con lo cual ciertos animales resultan más vendedores que otros y por ende reciben mucha más atención mediática. Cuando uno consulta la lista de especies amenazadas comprueba que muchas tienen aspecto desagradable o son poco populares, por lo cual no reciben atención. De alguna forma se pervierte la objetividad científica de las organizaciones ecologistas.
Otro de los temas que más encabritan a quienes se refieren al conservacionismo extremo es la creación de santuarios o zonas naturales protegidas que se conforman, dicen, a costa de las personas que las habitan, con sus culturas, sus costumbres y su propia forma de sobrevivir. “Muchos de estos defensores y compradores de santuarios no provienen de la biología o de la ciencia, sino de cualquier industria. Compran grandes territorios y los ceden al Estado a cambio de conservación. Pero la declaración de un Parque Nacional o de una Zona Protegida competen a la Nación, a sus propias necesidades de desarrollo humano, y no deberían ser regalo de un extranjero”, cuestiona Orduna.
Noticias: Pero es que hay especies animales y vegetales en peligro. Sería riesgoso caer en negar el calentamiento planetario, como hizo el presidente George Bush hasta hace poco…
Orduna: Es cierto, pero deep ecology es el nombre de una filosofía dentro del ecologismo tradicional que se emparenta con una mistificación de la naturaleza. Es una concepción que casi ningún científico compartiría: la proyección de cualidades humanas sobre el mundo natural. Eso está muy bien para la poesía, el arte, la filosofía, pero no para determinar qué areas deben ser protegidas y cuáles no desde lo científico.
Noticias: Entonces, ¿qué motivos les adjudica a los ambientalistas para declarar áreas protegidas naturales?
Orduna: No toda área protegida es buena. El Banco Mundial y los planificadores urbanos saben que el impacto humano en el medio ambiente no siempre es negativo, que depende de los elementos en juego. Pero así y todo se instala entre la población la idea de que la creación de toda área protegida es buena. ¿Los motivos para crear Parques Nacionales? Dependen de las personas, pero suelen estar emparentados con la paralización de la zona: se le dice que no a las carreteras, que no a las fábricas. La consecuencia inevitable es el freno al desarrollo. Que esto sea intencional o no es algo secundario, muchas cosas se hacen tratando de no ser consciente de lo que uno está haciendo.
Noticias: ¿En algún lugar cree usted que hay todavía organizaciones ecologistas que trabajen bien, o piensa que todas tienen un sesgo ideológico?
Orduna: No. Hay organizaciones serias, pero al depender de fondos del público o gubernamentales terminan aceptando las leyes del mercado. Y no pueden apelar a la razón o a la ciencia, sino que debe apegarse al estilo de los productos masivos: rivalizan con ONGs más audaces que muestran animales degollados para estimular las pasiones más elementales.
Noticias: ¿Qué es lo que caracterizaría a un grupo que sirva a los intereses de nuestros países entonces?
Orduna: Uno que tenga en cuenta la soberanía de cada nación, sus intereses de largo plazo, el contexto humano y científico. La idea no es defender una ecología fundamentalista, sino una que tenga en cuenta las enfermedades endémicas y la desnutrición, por ejemplo.
Noticias: Perdón la insistencia, pero el cambio climático existe y ya tenemos las consecuencias encima.
Orduna: Ese tema tiene un relato unilateral. Lo cierto es que en la Tierra hubo cinco extinciones generales, algunas se llevaron el 95% de las especies marinas. Se produjeron por vulcanismo, por la caída de meteoritos, por glaciaciones. Hubo un momento en el análisis del tema del calentamiento global en el que hubo debates serios: podemos medir el calentamiento, pero el problema es a quién atribuirlo, si al ser humano o al planeta. Los sectores de la derecha ven el filón de que la gente tenga miedo de la fábrica, de la soja transgénica, del desarrollo… Pero hay que ver la otra cara: la poca prensa que reciben las voces de aquellos científicos que le dan menos relevancia la presencia humana y al desarrollo industrial sobre el calentamiento planetario.



Andrea Gentil
agentil@perfil.com.ar
Revista Noticias, 23 de agosto de 2008. Ps.80-82.
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